En una noche de luna llena, entró el conejo en un huerto de chiles. Le dio tanto gusto que hasta brincó entre ellos y escogió los más grandes para comer.
Cuando amaneció, el dueño del huerto fue a ver sus chiles. Se sorprendió de verlos regados en el suelo. Entre las plantas reconoció las huellas del conejo. Con cera de abeja hizo un muñeco para ponerle una trampa al conejo.
Plantó el muñeco en medio del huerto y se fue. Al anochecer, el conejo regresó. Se acercó para saludar, pidiendo después unos chiles. Como vio que el muñeco no le hacía caso, le pegó con las manos y éstas quedaron pegadas a la cera; le pegó con los pies y también sus pies quedaron pegados.
Temprano, al día siguiente, el dueño fue a ver si estaba el conejo. Lo encontró pegado al muñeco de cera; lo metió en una red y se lo llevó a su casa; al llegar, colgó la red y puso a calentar agua para cocinarlo.
Temprano, al día siguiente, el dueño fue a ver si estaba el conejo. Lo encontró pegado al muñeco de cera; lo metió en una red y se lo llevó a su casa; al llegar, colgó la red y puso a calentar agua para cocinarlo.
Desde donde estaba, el conejo vio acercarse al coyote. "¿Qué hace ahí?", le preguntó el coyote. El Conejo contestó: "Esta gente quiere que me case con su hija, pero yo estoy muy joven; ¿por qué no te quedas en mi lugar? Mira, ya está el agua para el chocolate".
Cuando el campesino desató la red vio al coyote ahí dentro. "Ahora tú me las vas a pagar", le dijo. Y lo metió en el agua hirviendo. El coyote salió corriendo y, lleno de coraje, se fue a buscar al conejo.
Furioso, el coyote siguió las huellas del conejo y lo encontró en un árbol de jícara. "Ahora sí te voy a comer", le dijo.
El conejo sabía que el coyote no podía distinguir entre la jícara y el zapote. "Por qué me vas a comer, si aquí tengo zapotes dulces para ti", dijo el conejo. "Tírame uno", contestó el coyote, sin saber que le daban jícara.
Al coyote se le atoró la jícara y cayó desmayado. Poco después se levantó y fue a buscar al conejo. Lo encontró a la orilla de un cerro, descansando junto a una gran piedra. Al verlo, el conejo saltó y apoyó las manos en la piedra, mientras decía: "No me comas, no ves que si no detengo esta piedra caerá y se acabará el mundo. Lo que tienes que hacer es ayudarme. Detén la piedra en lo que voy por gente para que nos ayude".
El coyote le creyó y detuvo la piedra; mientras, el conejo escapaba. Cansado y enojado el coyote soltó la piedra, y fue en busca del conejo.
"Te voy a comer aquí mismo", dijo el coyote. "Si me comes, ¿quién cuidará a los niños de esta escuela?" contestó el conejo señalando un panal de avispas. "¿No te gustaría hacer lo que hago? Si ves que alguien se asoma, le pegas". El coyote se recostó en una rama, creyendo lo que le decía el conejo.
El coyote le pegó al panal con la vara y las avispas salieron tras él. Perseguido por ellas, se fue a meter a un aguaje.
Furioso, el coyote siguió las huellas del conejo y lo encontró en un árbol de jícara. "Ahora sí te voy a comer", le dijo.
El conejo sabía que el coyote no podía distinguir entre la jícara y el zapote. "Por qué me vas a comer, si aquí tengo zapotes dulces para ti", dijo el conejo. "Tírame uno", contestó el coyote, sin saber que le daban jícara.
Al coyote se le atoró la jícara y cayó desmayado. Poco después se levantó y fue a buscar al conejo. Lo encontró a la orilla de un cerro, descansando junto a una gran piedra. Al verlo, el conejo saltó y apoyó las manos en la piedra, mientras decía: "No me comas, no ves que si no detengo esta piedra caerá y se acabará el mundo. Lo que tienes que hacer es ayudarme. Detén la piedra en lo que voy por gente para que nos ayude".
El coyote le creyó y detuvo la piedra; mientras, el conejo escapaba. Cansado y enojado el coyote soltó la piedra, y fue en busca del conejo.
"Te voy a comer aquí mismo", dijo el coyote. "Si me comes, ¿quién cuidará a los niños de esta escuela?" contestó el conejo señalando un panal de avispas. "¿No te gustaría hacer lo que hago? Si ves que alguien se asoma, le pegas". El coyote se recostó en una rama, creyendo lo que le decía el conejo.
El coyote le pegó al panal con la vara y las avispas salieron tras él. Perseguido por ellas, se fue a meter a un aguaje.
Oscurecía, cuando el coyote encontró al conejo en la orilla de una laguna; ya se lo iba a comer, cuando el conejo dijo: "Por qué me vas a comer, hermano, si te estaba esperando para que comiéramos ese queso que ves allí". Le señaló la Luna que se reflejaba en el agua.
"Pero, eso sí, tenemos que tomar su suero para poder comérnoslo", dijo el conejo. Y lo llevó a la laguna para que tomara agua. "No puedo tomar más", dijo después de un rato el coyote. "Toma otro poco y así podrás comer el queso", dijo el conejo. Cuando al coyote ya le salía agua por los ojos y orejas, el conejo se fue corriendo y aquél se puso furioso.
"Pero, eso sí, tenemos que tomar su suero para poder comérnoslo", dijo el conejo. Y lo llevó a la laguna para que tomara agua. "No puedo tomar más", dijo después de un rato el coyote. "Toma otro poco y así podrás comer el queso", dijo el conejo. Cuando al coyote ya le salía agua por los ojos y orejas, el conejo se fue corriendo y aquél se puso furioso.
El conejo sabía de una escalera que podía conducirlo a la Luna. Empezó a subir.
En cuanto llegó a la luna, vio al viejo coyote que lo buscaba en el cielo. Por eso dicen que el coyote mira mucho hacia el cielo, ya que sigue buscando al conejo.
Y aquí termina el cuento que me contó mi abuelo.
En cuanto llegó a la luna, vio al viejo coyote que lo buscaba en el cielo. Por eso dicen que el coyote mira mucho hacia el cielo, ya que sigue buscando al conejo.
Y aquí termina el cuento que me contó mi abuelo.
Suyos para soñar
D y A <3
D y A <3
Me gustaron mucho las fotos :)
ResponderEliminartermine odiando a los conejos, pobre coyote, y yo crei que el correcaminos abusaba de él...