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Este mes de Abril les traemos: Tacos con historia y legendarios.

domingo, 24 de marzo de 2013

¿COMO CRECER?


Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

Entonces el rey se dispuso a preguntar a cada uno de ellos el porque de esta situación.

El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.
Al ver al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid.
La Vid se moría, porque no podía florecer como la Rosa.
Y la Rosa lloraba desconsolada porque no podía ser alta y sólida como el Roble.

Y entonces en medio de todo el jardín encontró una planta, una Fresa, floreciendo y más fresca que nunca.


El rey asombrado le preguntó:
¿Fresa cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?

La Fresa contesto:
No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste,
querías fresas. Si hubieras querido un Roble, los habrías plantado, o una Rosa, de igual manera la abrías plantado.

Pero en el momento en que me plantaste a mi, me dije: "Intentaré ser Fresa de la mejor manera posible".

La vida es así, estás para contribuir con tu hermosa fragancia, o puedes marchitarte en tu propia condena...
Simplemente mírate a ti mismo.
No hay posibilidad de que seas otra persona.
Valorate por quien eres y por lo que puedes llegar a ser.

Que tengan dulces sueños
atte: A y D  


lunes, 18 de marzo de 2013

La mejor maestra

Hoy los dejamos con otro cuento que seguramente les encantará, especialmente a aquellos que trabajan con niños y no tan niños. Con ustedes, la mejor maestra.


La Mejor Maestra


El primer día de clase, la señorita Ángela, maestra del último curso de primaria, les dijo a todos sus alumnos que a todos quería por igual. Pero eso no era del todo cierto, ya que en la primera fila se encontraba, hundido en su pupitre, Juan García, a quien la profesora Ángela conocía desde el año anterior y había observado que era un niño que no jugaba bien con los otros niños, que sus ropas estaban desaliñadas y que necesitaba constantemente de un buen aseado. 



Con el paso del tiempo, la relación entre la profesora y Juan se volvió desagradable, hasta el punto que ésta comenzó a sentir una preocupante antipatía por este alumno.

Al llegar las fechas navideñas, todos los alumnos le llevaron los regalos envueltos en papeles brillantes y preciosos lazos, menos Juan, quién envolvió torpemente el suyo en papel de periódico. Algunos niños comenzaron a reír cuando ella encontró dentro de esos papeles arrugados, un brazalete de piedras al que le faltaban algunas cuentas, y un frasco de perfume a medio terminar. La señorita intentó minimizar las burlas que estaba sufriendo Juan, alabando la belleza del brazalete, y diciendo que guardaría el perfume para una ocasión especial.

Un día, la dirección de la escuela le pidió a la señorita Ángela revisar los expedientes anteriores de cada niño de su clase para así comprobar su evolución. Ella puso el expediente de Juan el último, dudando incluso de leerlo. Sin embargo, cuando llegó a su archivo se llevó una gran sorpresa.

La maestra de segundo año escribía: Juan es un niño brillante con una sonrisa espontánea y sincera. Realiza sus desempeños con esmero y tiene buenos modales; es un deleite tenerlo cerca.

Su maestra de tercer año escribió: Juan es un excelente alumno, apreciado y querido por sus compañeros, pero tiene problemas en casa debido a la tensa relación de pareja que mantienen sus padres.

La maestra de cuarto año escribió: los constantes problemas en casa de Juan han provocado la separación de sus padres; su madre se ha refugiado en la bebida, y su padre apenas va a visitarle. Estas circunstancias están provocando un serio deterioro en su desempeño escolar, ya que no asiste a clase con la asiduidad y puntualidad característica, y cuando lo hace, provoca altercados con sus compañeros o se duerme.

En ese momento, la señorita Ángela se dio cuenta del problema, y se sintió culpable y apenada. Al día siguiente antes de irse a clase se dio cuenta que se le había terminado su perfume de costumbre, y al pensar en Juan decidió usar por primera vez el perfume que este le había regalado, esa botellita a medio terminar que duró meses guardada en un cajón. Al olerlo notó que era una fragancia muy dulce y se la puso en el cuello.

Ese día vio a su alumno más feliz y sonriente que de costumbre. Juan García se quedó después de clase solo para decir: señorita Ángela, hoy oliste como olía mi mamá cuando yo era feliz.

Después de que todos los niños se fueran, Ángela estuvo llorando durante una larga hora. Desde ese mismo día, renunció a enseñar solo lectura, escritura y aritmética, y comenzó a introducir la enseñanza de valores, sentimientos y principios a los niños. 


A medida que pasaba el tiempo, Ángela empezó a tomar un especial cariño a Juan, y cuanto más trabajaba con él desde el afecto y la comprensión, más despertaba a la vida la mente de aquél chavalín desaliñado. Cuanto más lo motivaba, más rápido aprendía, cuanto más lo quería, más comprendía. Y así, de este modo, al final del año, Juan se había convertido en uno de los niños más espabilados de la clase.

Un año después, la señorita Ángela encontró una nota de Juan debajo de la puerta de su clase contándole, que ella era la mejor maestra que había tenido en su vida.

Pasaron años antes de que recibiera otra nota de Juan. Esta vez le contaba que había terminado secundaria y que había obtenido una de las calificaciones más altas de su clase, y que todavía ella era la mejor maestra que había tenido.

Pasaron 7 años, y recibió otra carta. Esta vez explicándole que no importando lo difícil que se habían puesto las cosas en ocasiones, y los esfuerzos que habían tenido que realizar para sacar adelante los estudios, había permanecido en la escuela y pronto se matricularía en la Universidad, asegurándole a la señorita Ángela, que ella seguía siendo la mejor maestra que había tenido en su vida.

7 años más tarde recibió una carta más. En esta ocasión le explicaba que después de haber recibido su título universitario, decidió ir un poco más lejos, seguir estudiando y aprendiendo cosas nuevas. En la firma de su carta, llamaba la atención la longitud de su nombre: Dr. Juan García Corrales. En la posdata, aparecían las siguientes palabras: sigues siendo la mejor maestra que he tenido en mi vida.

Al poco tiempo, y sin Ángela esperárselo, le llegó otra carta en la que Juan le contaba que había conocido a una chica y que se iba a casar. Le explicó que su madre había muerto hacía poco tiempo, y le preguntó si accedería a sentarse en el lugar reservado para la madre del novio. Por supuesto, ella aceptó.

Para el día de la boda, Ángela se vistió con sus mejores galas, se puso aquél brazalete de piedras faltantes que un día Juan le regalara, y se aseguró de usar el mismo perfume que le recordaba a Juan los tiempos de la felicidad.

Cuando llegó el día señalado, y se vieron las escalinatas de la iglesia, el Doctor Juan García, apenas reconocerla, se disculpó de sus acompañantes y se dirigió diligentemente hacia donde ella le miraba con emocionada admiración. Con una sonrisa cómplice se fundieron en un amoroso abrazo, mientras el Doctor le susurraba al oído: Gracias señorita Ángela por creer en mí. Muchas gracias por hacerme sentir importante y por enseñarme que yo podía marcar la diferencia. La señorita Ángela con lágrimas en los ojos, le contestó: Juan, estás equivocado. Tú fuiste quien me enseñó que yo podría marcar esa diferencia. No sabía como enseñar hasta que te conocí.



Esperamos que les haya gustado esta historia,  
así como que estén disfrutando un buen día de asueto.
A y D.
 

viernes, 8 de marzo de 2013

El Verdadero Valor del Anillo


Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda. 


- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro?. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- ¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después de resolverlo tal vez te pueda ayudar.

- E... encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas-.

- Bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó: Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado - más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.

¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda. 

- Maestro -dijo al entrar a la habitación- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro- . Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

- ¿¿¿¿58 monedas???? -exclamó el joven-. 

- Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo:
una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano
izquierda.

Que tengan dulces sueños

atte: A y D 

martes, 5 de marzo de 2013

La riqueza

Tras un periodo en el que no pudimos actualizar, volvemos a nuestras actualizaciones cada dos días. Empezamos marzo con cuentos cortos de reflexiones, siendo el primero de ellos un cuento anónimo que encontré llamado "La  Riqueza", el cual nos recuerda de lo que es realmente valioso en esta vida. 



Un día como cualquiera, un padre de una familia adinerada llevó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito que su hijo viera cuan pobre era la gente que vive en el campo. 

Estuvieron pasando todo el día y la noche en una granja de una familia campesina muy humilde. 

Al concluir el viaje, ya de regreso a casa, el padre le pregunta a su hijo: 

Padre: ¿Qué te pareció el viaje? 

Hijo: Muy bonito, papá 

Padre: ¿Viste lo pobre que puede ser la gente? 

Hijo: Si 

Padre: ¿Y qué aprendiste? 

Hijo: Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cinco. Nosotros tenemos una piscina larga hasta a la mitad del jardín, ellos tienen un arroyo que no tiene fin. Nosotros tenemos lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta la muralla de la casa, el de ellos tiene todo un horizonte. Ellos tienen tiempo para conversar y convivir en familia, tú y mi mamá tienen que trabajar todo el día y casi nunca los veo. 



Al terminar el relato, el padre se quedó mudo, y su hijo agregó: 

- Gracias papá, por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser



Gracias y tengan una linda semana.

A y D.